PORQUE VIVIR EN SAN FERNANDO

Por qué vivir en San Fernando.

Buena pregunta, para respuestas casi siempre carentes de sentido práctico.

Porque surgen del sentimiento, que, muchas veces, se contraponen con la realidad. O la conveniencia

Mi principal motivo de vivir en este pueblo es porque aquí me crié. Y aquí me pasaron las mejores cosas de mi vida. También otras, no tan buenas, pero ya las olvidé.

El destino dispuso que naciera en Tigre, ya que el primer colectivo que pasó esa fría madrugada del 26 de Julio por Colón y Alsina iba para esos lados.

Pero mis primeros años los viví a la sombra de los plátanos que aún están en las gastadísimas veredas de la hoy desierta calle que nace en la Punta del muelle, a la vera del río Lujan, y que bordea el por ahora abandonado, triste y maloliente Canal que alguna vez fue el motor de la zona

Muchas veces los recuerdos me empujan para esos lados.

Por donde termina el 900, en la esquina de la ahora calle Libertador Gral. San Martín, todavía se alza, con todo su frente tapiado, el derruido edificio donde, hace ya muchos años, estuvo la Farmacia Colon, de Somoza. Bajo el mismo edificio, a los pocos pasos, está el abandonado local de la ferretería Iriarte. Aun escapan del olvido los aromas a raras esencias, filtrándose a través de las cerradas, negruzcas y oxidadas cortinas metálicas que hay en su fachada.. El inmenso tapial también esconde lo que durante muchos años fue el Hotel La Baskonia, e la familia Aguirre. Y oigo la voz de José Luís, mi compañero de infantiles travesuras. Y si miro bien, allí, pegado al zaguán, veo a Chinchín, el peluquero, afeitando algún tano con su filosa navaja.

Unos metros más, del 950, todavía brota, casi intangible, el olor de los cueros de gruesa vaqueta que usaba mi viejo para hacer las botas y papuchos isleros.

Medio mezclado con el de los puros de la tabaquería de al lado, de los Orbegozo.

Y creo oír el murmullo de las interminables charlas de Mahiú en la carnicería donde Solari, los ratos libres, hacía con sus manos ricas salchichas. caseras.

Recuerdo la gran marea del 40. En un bote nos llevaron hasta el hotel, porque en la calle había centenares de troncos flotando en mas de un metro de agua.

Mi padre se quedó sentado arriba de una escalerita verde, que todavía tengo, controlando la subida. Había levantado todo. Pero tuvo que sacar el cajón de de la maquina de coser para que no se le mojara. Justo hasta allí subió el agua, que luego fue bajando, lentamente, dejando un barrial chirlo por todos lados..

Y no puedo olvidar el inconfundible vozarrón Angel Bordoli, el herrero que vivía a la vuelta, por San Gines. La caída del sol lo arrimaba, todos los días, al boliche del amigo zapatero.

Sentado al lado de la banquilla, nos leía en voz alta las noticias de la guerra del 40 que traía por la tarde el Diario Crítica..

Por estas cosas me gusta vivir en San Fernando. Porque después, al poco tiempo, nos mudamos a Colon y 11 de Septiembre, frente al ex Dique de carena. Allí ocupábamos la planta baja de la casa de los Russo.

Y cambiaron los vecinos y los olores. Para el lado de Carupá, estaba la fiambrería de Torlasco. la tienda de los Azzar, la tintorería Nipón, de Hamasaki, la zapatilleria de Zapata, y, ya en la ochava de “la Constitución”, el almacén de los Pinocci, justo enfrente al veneciano edificio del Nuevo Banco Italiano, que parece van a recuperar de su actual decadencia. Frente a mi esquina, cruzando la calle, estaban las fondas de Candau y de Almeida, la peluquería de Ferreira, la tienda Coppa y Chego y las de Iuffe, Jashal y Jiménez. Entre medio, desde un portón, se veía, bien al fondo, la mimbrería de Migueles.

Estas pequeñas cosas justifican el porqué vivir en San Fernando.

Y por sus todavía empedradas calles con desparejos adoquines, por la sombra de sus añejos árboles, por la costa del río, con sus barcos abandonados y hundidos, por las calandrias, gorriones, palomas y zorzales. Por los clubes náuticos, la cancha de Tigre, las barrancas que miran el Delta, el club San Fernando. Y Virreyes, creciendo a toda máquina, convertida ya en una gran ciudad dentro del pequeño partido de San Fernando de la Buena Vista.

Y vuelve la pregunta. Por que vivir en San Fernando.....

Por la nostalgia de los tiempos pasados. Y porque ahora vivo en Victoria, en la otra punta del mismo poblado. Y porque todos mis afectos están por estos pagos.. Nietos, hijos, primos, sobrinos. Los amigos y vecinos.....Y la gente…..su gente…...mi gente.

1 comentario:

pedro dijo...

Vicentini lo felicito como puede expresar sentimientos que todos tenemos,a la gente que esta tras este proyecto yo colaboro aunque sea pa cebar unos mates